Padre Tomás
10/Jul/2011
bloody hand
01

Querida Teresa.

Hace mucho que no te escribo. Sé que debes estar preocupada, rezando por mi alma, cuando tendría que ser yo el que orase por vosotros.

Me avergüenza confesar que he pasado todo este tiempo tirado en la capilla, borracho como en los viejos tiempos. Desde el escándalo, la gente dejó de venir y volví a caer en el vicio. No sé cuánto tiempo llevo así, solo recuerdo que se me acabó el vino, no tenía ni un cuscurro de pan para comer. Me retorcía en mi propia inmundicia como un pobre pecador, esperando una señal del Señor que pusiera a prueba mi ya caducada fe. Creo que al final lo hizo.

Vas a pensar que estoy loco o bebido, pero lo que te voy a contar es cierto y sucedió así.

La otra noche, alguien entró en la iglesia, era Rocío, la hija de la estanquera. Llevaba la ropa rasgada y se acercaba como pidiendo ayuda, no podía hablar, solo jadeaba. Al principio pensé que habían abusado de ella, pero cuando me acerqué le vi la cara, estaba corroída, sus ojos no tenían vida y apestaba a muerte. Creí que estaba poseída y decidí hacerle un exorcismo.

En el seminario no nos enseñan esas cosas. Estaba desesperado, con la cruz plateada del día del Corpus en la mano, empecé a recitar versos de la Biblia y a hacer cruces con agua bendita, pero a aquella joven endemoniada no parecía afectarle y se me echó encima. Quería matarme, quería comerme.

El miedo me pudo y la golpeé con el crucifijo, una y otra vez, ella no moría y aún así, parecía estar muerta. Cada vez la pegaba con más rabia. Ya no le decía “vade retro, Satanás”, sino “muere, maldita, muere”.

Que Dios me perdone.

Al final la maté, su cuerpo putrefacto yace ante el altar.

Llevo días escuchando ruidos en la calle, estoy aterrado, no sé qué hacer.

He decidido escribirte esta carta, para saber de ti. Desde que murió nuestra madre eres lo único que me queda. No sé qué me encontraré fuera, pero de aquí a la oficina de correos pueden pasar muchas cosas y necesito pedirte perdón y decirte que te quiero y tengo miedo.

 

Tu hermano Tomas.

 

P.D: A veces pienso que él no me escucha. Si tan solo tuviera una botella.